
Cuando personas como el sacerdote Juan
Carlos Alameda, párroco de la localidad tinerfeña de Tejina irrumpe en su
propia casa bautizando a una niña de un matrimonio de Lesbianas, se le puede decir, que el amor no se agota con dar y tomar.
Simplemente es. No hace caso de una orden. Es libre y deja libertad. No hace caso del papel a desempeñar, del programa
y del mandamiento. Ablanda lo duro y despierta en nosotros todo lo dedicado y
puro. Limpia nuestros pensamientos y aclara la confusión. Sin esta clase de
amor la vida no tiene sentido.
Así que puede haber amor auténtico aunque
se tengas diferentes opiniones, aunque haya que encontrar un compromiso, aunque
haya divergencia de convicciones.
Una malla de una red de pesca carece de
sentido si está aislada. Sólo cumple su
cometido si está unida a las demás mallas. Si nos acercamos a la comunión para
recibir el pan y el vino son símbolos de Dios y ser humano. Igual que los
muchos granos que estaban esparcidos por el campo y se han convertido en un
solo pan, así la iglesia debería experimentarnos como individuos en la unidad.
Igual que las uvas estaban esparcidas por la viña y se han convertido ahora en
una sola bebida, así deberíamos experimentarnos como unidad.
Para ello tenemos que bajar del monte y tener
el valor de tocarnos mutuamente, incluso cuando el otro sea leproso, pertenezca
a un partido diferente, a otra raza o una religión distinta.
Pedro Rodríguez Reyes.
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