Hoy día 1 de diciembre les quiero contar un cuento sobre el VIH-Sida,
es como una tormenta que pasa dentro de tu cuerpo: el cielo se vuelve gris, llueve mucho y aparecen rayos, truenos, hasta que la tormenta termina y vuelve a
salir el sol. El protagonista de éste cuento es mi amigo Leo. Con esta publicación, quiero dar a conocer mejor esta enfermedad, de la que cada año miles de nuevos casos
aparecen y contribuir a reducir el
estigma asociado a ella por desconocimiento.
Las alarmas se encendieron el día que
Leo notó una pérdida de peso, todavía estaba muy lejos de saber que esos extraños
síntomas tenían su origen en una enfermedad muy grave. Comenzaron las visitas a
especialistas y el rosario de pruebas, que lentamente iban descartando causas
diversas.
Esos meses de incertidumbre fueron como
recorrer un largo pasillo en el que todas las salidas que hay a los lados se
van cerrando hasta que se vio abocado a franquear forzosamente la puerta que
hay al fondo. Sobre esa puerta , que daba paso a una sala oscura, estaban escritas las tres letras que componen
el diagnóstico final, VIH.
Momentos duros y llenos de lágrimas cuando
tienes que comunicar a tu familia que habías contraído una enfermedad para la que no existe cura, porque
a día de hoy, muchos diagnósticos de Sida
implica la muerte en períodos largos, después de desarrollar un proceso
degenerativo. Conservando intacta su capacidad mental, siendo consciente hasta
el último momento del propio deterioro, que es más lento o más rápido según los
casos.
Recibir
un diagnóstico así a tus treinta y tres años y con todos los proyectos vitales
bien encaminados (trabajo, pareja, amigos...) es devastador.
Nosotros
tenemos que animar y tratar de levantar a los compañeros caídos, luchar con el único
fin de que se siga promoviendo la investigación, porque sólo ella puede acabar con esta
enfermedad y que cualquiera de nosotros somos susceptible de padecerla en
cualquier momento de la vida. Da igual el sexo, o la edad.
Mientras
no se avance en la investigación, todos estamos
amenazados por el VIH, el Alzheimer, Parkinson... si la ciencia abandona la investigación,
los enfermos mueren en pocos años desde el diagnóstico. Según los médicos no
existe ningún tratamiento curativo, sólo
hay fármacos que dan supervivencia en algunos casos y nada más. De ahí que sea tan urgente dedicar recursos
de investigación de todas estas y otras enfermedades.
Pedro Rodríguez Reyes.
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